El sentido de culpa y la serie de
tragedias no lo dejan en paz, no puede conciliar el sueño. Se pierde en la embriaguez una y otra vez
huyendo de la realidad que lo asfixia.
Solo Valentino y una poderosa sed de venganza logran mantenerlo con
vida.
Su hijo evoluciona bien, comienza
a comunicarse y dar muestras de poseer un nivel de inteligencia poco usual. La
terapeuta le había dicho que esto sucedía a veces con chicos con síndromes de
los del tipo que estaba sufriendo Valentino.
Precisa liberarse de esa necesidad
imperiosa de venganza que lo acosa y dedicarse por completo a su hijo, no lo
logra. Hace tiempo que no trabaja y los
ingresos escasean, decide entonces, poner en venta la casa de fin de semana;
esto le permitirá tener dinero suficiente
para cumplir su cometido, ordenarse y volver a la actividad.
Vuelve a buscar en el alcohol el
estado de inconciencia necesaria para llevar a cabo la elucubración de un plan
macabro, algo que, en otro estado no le resultaría posible. Arma paso a paso cada detalle.
Deja a Valentino en la sesión de
terapia y va en busca de los elementos que necesita: Se detiene en una
pinturería donde compra un aerosol blanco.
Luego pasa por una ferretería y pide un destapa cañerías, haciendo la
salvedad que no debe afectar cañerías de plástico. Sabe que bajo el nombre comercial vendrá lo
que busca: soda cáustica. Se detiene en
una jardinería en busca de un potente veneno líquido para hormigas, verifica en
el rotulo que contenga el neurotóxico que precisa… Compra, por último, en una
farmacia; una jeringa para insulina.
La próxima sesión de terapia de
Valentino será el momento preciso para comenzar a ejecutar lo planeado, para
ello necesitará demorar a Gerez. Ya verá…
Llega el día, tiene todo los
elementos en el baúl de su auto. Carga a Jack con la excusa de acompañar a
Valentino en el trayecto. Deja a su hijo
y se dirige al estacionamiento para profesores de la facultad.
Ubica el auto de Ignacio, detiene
el suyo detrás para que le haga de cortina.
Mira a su alrededor: perfectamente desierto, es hora de clases. Introduce un trapo en el escape y lo empuja
con el bastón, esto impedirá que el vehículo arranque.
Inicia la segunda parte: Se coloca
un gorro y un largo sobretodo, carga lo comprado en los bolsillos interiores.
Estaciona a una cuadra del departamento.
Es hora de colocarse los lentes oscuros, ponerle la correa a Jack y
utilizar el bastón, blanco, por supuesto…
Los lentes no le impiden ver
perfectamente, apura un poco el paso al ver que alguien está a punto de entrar
al edificio. Le facilitan el ingreso
¡¿Quién no lo haría por un pobre ciego
con un lazarillo…?!
Lo acompañan hasta el ascensor y
le preguntan el piso:
-Séptimo, por favor Responde…
Una vez sólo digita el quinto, que
es su destino real.
Ingresa al departamento, quita sus
lentes, busca los elementos en los bolsillos interiores de su enorme sobretodo
y procura actuar con rapidez:
Va al baño, carga la jeringa con
una muy pequeña dosis del veneno neurotóxico y lo inocula lentamente en el
contenido del envase de dentífrico. La
dosis es tan pequeña que, seguramente, solo notará un pequeño cambio de
sabor. Conociendo su rutina, sabe que
inmediatamente después irá a colocarse el colirio. Reemplaza, entonces, el contenido de las gotas para los ojos que
Ignacio utiliza todas las noches por la soda cáustica. Es perfectamente
transparente y no daña el plástico; imposible de reconocer.
Seguramente la automaticidad con
la que ejecuta esta rutina hará que se instile el segundo ojo antes que
comience a tener síntomas en el primero…
Mira su reloj, no queda más
tiempo, debe ir por su hijo. Busca a
Jack, lo ve agazapado, olfateando y rascando la puerta de uno de los cajones
del mueble bajo mesada. Lo abre, Jack
desespera, revuelve cepillos, pomadas, gamuzas y entre ellos… el recorte del
vestido de novia…
Enloquece y enfurece aún más,
piensa por un instante en quedarse y ejecutarlo con sus manos… No comprende
semejante grado de locura, de irracionalidad… ¡si hasta es indignante el sitio
donde guardó su trofeo!!!
Vuelve en sí, el plan ya está en
marcha, debe ir por su hijo. Volverá, días después, a comprobar la falta de
visión y las dificultades de motricidad que debería haber provocado la dosis
del veneno. Será la hora, entonces, de
iniciar la otra etapa: Cruzarlo una y mil veces, tantas como la diversidad de
personajes que sea capaz de crear, para susurrarle, al pasar; el nombre de su
amada…
Luca finalizará su parte del
trabajo cuando Ignacio comprenda que no será posible continuar viviendo de esta
manera. Claudia y la eternidad harán el resto…
Peregrino
"La venganza es el placer de ls Dioses" afirma el refrán. En este caso, diría: "Me sentaré en el umbral de mi puerta y veré pasar el cadáver de mi enemigo"
ResponderEliminarNada de lo que Luca haga le va a devolver a su mujer, pero alivia. En mi opinión, alivia.
Estupendo, Osval!!! Un abrazo enorme y gracias por permitirnos compartir esta increíble aventura!
Desgraciadamente cierto Bee, alivia. Gracias por estar siempre y por acompañarme en este proyecto. Ahora vamos a concentrarnos en el de la radio a ver como sale... Abrazo
Eliminaroooooooooohhhhhhhhhhhhh la venganza y la locura son amantes, cuando están juntas, todo pierde sentido... o tal vez todo vuelva a tener sentido!!!!!!!!!
ResponderEliminarexcelente mi querido Peregrino!!!
"La venganza y la locura son amantes..." Me encantó Diana, daría para varios relatos ¿no...? Cierto, quizá todo vuelva a tener sentido, bueh; vos corres con cierta ventaja porque conoces como seguiría la historia..., pero veremos... Gracias, por pasar, por colaborar y por estar siempre. Ahora ¡vamos al proyecto de radio...!!!!! Abrazo
EliminarJack un toque de dulzura a esta historia terrible.El desenlace fantástico, la venganza que llega torturando su mente poco a poco. Me gustó que en el mas allá pueda continuar Claudia esta tarea. Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias "Anónima", estaría bueno poder saber como Claudia cobra venganza en el más allá, ¿no,,,?
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