viernes, 25 de mayo de 2012

El Velatorio



   Hernán no se movilizó con la agilidad que lo caracterizaba.  Llamó a Quiroz y repasó telefónicamente lo sucedido, no lo podía creer.  Estalló nuevamente en un llanto desconsolado al tiempo que se repetía, casi gimiendo: “¡¡¡No puede ser…!!!!! ¡¡¡No puede ser…!!! Sin superar definitivamente este trance se incorporó, secó sus lágrimas y se dirigió a obtener la rápida liberación de los restos de su padre.
   El velatorio se realizó  en las dependencias del Círculo de Oficiales de la Policía.  Se habían previsto todas las formalidades que correspondían para honrar a un funcionario de este nivel, muerto en el cumplimiento de su deber. Por supuesto tuvo el correspondiente ascenso “Post mortem” nombrándoselo Comisario Inspector.  El féretro era custodiado por dos agentes con uniforme de gala: chaquetilla, guantes blancos, gorra. Permanecían inmóviles, uno de cada lado, las dos horas que les correspondían hasta ser relevados.
  Nidia lucia fantasmal, demacrada –y no era habitual verla así- sino que, además;  estaba como ausente.  Tenía la mirada perdida, el cabello recogido, un par de lentes oscuros y un chal negro que abrazaba su cuello.   Si bien los hijos no ocultaban su dolor, organizaban y cuidaban todo con el mayor cuidado.  No dejaban de sorprenderse por la llegada de personas que no les resultaban conocidas, al tiempo que disimuladamente, pero sin poder evitar el efecto de la curiosidad que esto había despertado; les dirigían sus miradas   procurando lograr alguna señal o indicio que les marcara algún vínculo.
   Luca Ferranti hizo su ingreso captando la mirada de todos, venía acompañado por otra persona que Claudia identificó inmediatamente: Ignacio Gerez, ayudante de cátedra.  Indudablemente, no sólo era reconocido por su actividad como docente.   Claudia abrazó a Luca cálidamente y  ofreció su mejilla a Ignacio, convocó a su madre y hermano y realizó las presentaciones correspondientes.  Nidia seguía extraviada, ni lo miró: aceptó sus condolencias, las agradeció y se retiró hacia la recepción. Hernán permaneció en el lugar. Lo saludó, evaluándolo exhaustivamente con su mirada, y le pidió que se mantuviera cerca de su hermana.
   La familia de Carlos contenía a Nidia.  Ferranti consolaba a Claudia y observaba detenidamente a cada recién llegado.   
   Entre los  presentes se encontraban colegas de la actividad, abogados, jueces, médicos, políticos.  Se agrupaban entre ellos y evidenciaban un nivel socio económico muy elevado.  Otros grupos, menores, se diferenciaban notablemente.  Parecía gente muy humilde en su aspecto. El aroma a flores proveniente de las coronas ya era insoportable.
Luca tomó de la mano a Claudia y la llevó al exterior.
   Hernán hubiera preferido que no le enviaran flores.  Recordaba la aversión que su padre tenía por el jardín y las limitaciones que ponía a Zacarías para la realización de sus tareas. 
   Fue un velatorio prolongado y denso. El entierro fue peor.  Había dejado de llover, pero el agua había realizado su tarea.   Por suerte, el cementerio parque tenía el camino consolidado y los vehículos se pudieron desplazar sin dificultad.  La caravana era  numerosa y a pesar de la amplitud del lugar muchos vehículos tuvieron que ser dejados en la calle exterior.  Se había convenido un breve responso dado la escasa convicción de Carlos en cualquier creencia religiosa.  La institución había definido la lectura de unas breves palabras que resumirían el paso por la Fuerza, resaltando las cualidades y virtudes del difunto.  Su esposa e hijos soportaban estoicamente el momento.  Se habían separado.  Nidia y Claudia habían quedado sobre uno de los lados del ataúd; Hernán del otro.  Casi al finalizar la ceremonia, un hombre se acercó a la viuda e intercambiaron algunas palabras.  Los hijos se preguntaban quién sería.  Pero, aunque ellos no conocían a nadie de allí, supusieron que pertenecía a la familia. Ferranti, permanecía al lado de Claudia. Por momentos la tomaba del hombro, en otros de su mano.  De todas formas no  podía evitar registrar cada rostro y expresión, seguramente algún análisis posterior le aportaría algún dato de interés. Había observado varías situaciones y personas que llamaron su atención pero  tenía claro que no era momento para comentar o preguntar nada.  Hernán se les acercó y disimuladamente tomó a su hermana de la mano procurando separarla de Luca. Comenzaron a retirarse del lugar.  El sueño reparador se hacía imprescindible.  Retornaron a su casa dirigiéndose cada uno a su habitación.

jueves, 17 de mayo de 2012

Ella y él


   Claudia llegó entusiasmada al domicilio de Ferranti.  No tenía mucho, pero había cumplido con el objetivo de alojar a la testigo y ya estaba tendido el puente del diálogo que le permitiría retomar la conversación esa noche (eso era lo que ella suponía).  Luca la recibió cálida y paternalmente, perdiendo la frialdad del día anterior.  Se sentaron, la escuchó detenidamente. Reconoció y elogió lo realizado, Claudia continuó sintiendo un halo de contención.  (¿Le pasaría a él lo mismo que a ella?).  Finalmente, cuando todo hacía suponer que no había nada más que decir, él se dirigió a la muchacha:
-                    Claudia, por tu condición y ánimo creo que no estás al tanto de noticias que te van a afectar.
-                    ¿Qué pasó, Profe?
-                    Pasó algo con tu padre...
-                    ¡¿Qué le pasó a mi papá?!
-                    Tuvo un tiroteo con algunos delincuentes...
-                    ¡¿Está herido?!

   El silencio de Ferranti le dio la respuesta.  Se desarmó en un llanto desgarrador.  Luca no pudo más que abrazarla y contenerla entre sus brazos.  Ella nunca imaginó que debía perder un hombre para alcanzar los brazos de otro.  Él apoyó su cara sobre el lacio cabello y la acarició tiernamente.  Luego de tranquilizarla, ella llamó a su casa.  Estela le respondió que no tenía más información que la que estaban dando por la televisión. En la casa no había nadie.  Luca la acompañó hasta su domicilio y la abandonó en el portón de ingreso.  La insistencia de su alumna para que bajara resultó infructuosa.  Él debería regresar a la facultad ya que en media hora tendría su próxima clase.  Le prometió estar en contacto.
   Claudia no había terminado de trasponer la entrada cuando escuchó el motor de otro auto y vio que su hermano bajaba del mismo saludando con la mano al conductor.
   Se miraron y sin palabras se dijeron todo. Ambos corrieron simultáneamente al encuentro del otro. Se abrazaron como hacía tiempo no lo hacían.  Humedecieron sus hombros con lágrimas de dolor.  Yamila observaba desde la ventana de la sala de estar.  Deseaba, por los chicos, que todo pudiera aclararse.
   La esposa había llegado a la Comisaría exigiendo la atención de Quiroz.  El Comisario procuró atender de la mejor manera posible a la viuda. Tenía más información que la que había dado a la prensa. Le solicitó la autorización para realizar la autopsia. En medio de un ataque de llanto ella firmó los documentos correspondientes.  El comisario ofreció acompañarla hasta la casa.  Al llegar, se podían ver a distancia algunos móviles de canales de televisión y radios.  Decidieron ingresar con el vehículo y los cristales cerrados para no dar respuestas.  Quiroz le sugirió una guardia permanente en la casa para proteger a la familia. Nidia lo invitó a pasar, no sabía cómo contarles a sus hijos lo ocurrido.  Excusándose por la dedicación que le requerían las presentes circunstancias, el comisario prometió llamar ante alguna novedad y se fue.
   El tiempo parecía acompañar la tragedia. La llovizna se había transformado en una fuerte lluvia con viento pronunciado, la temperatura continuaba descendiendo.  En el interior de la casa, sus integrantes se habían unido en llantos y lamentos, en torno al hogar.  Fue Hernán quien, como nuevo jefe de familia, se hizo fuerte (más bien, se hizo “el fuerte”) y encaró la recuperación de Nidia y Claudia:

     - ¡Vamos! Calma, ya nada podemos hacer. Tranquilicémonos y pensemos que papá, en vez de vernos así, hubiera preferido que lo honráramos poniéndonos en actividad e investigando lo sucedido.
     - ¿Y qué podemos investigar? Si no tenemos nada.  Además, su profesión lo exponía constantemente. Ustedes no vivieron la incertidumbre diaria de no saber si regresaría a casa. Tenemos que esperar. 
     - ¿Y cómo fue? Yo estaba con Ferranti, pero no me pudo decir nada.
     - Mirá, no sé si a veces la fatalidad...  Tu padre fue a la Comisaría  por una investigación.  Cuando volvió al auto se dio cuenta de que lo había cerrado con las llaves adentro.  Quiroz le prestó el suyo para que volviera a  casa a buscar el otro juego de llaves...  En el camino, lo interceptaron y lo acribillaron... No logro entenderlo...
     - Yo creo que primero debemos tranquilizarnos y recuperarnos, tal como dijo Hernán. Ma, ¿por qué no te recostás un rato?  Total, cualquier cosa nos llaman por teléfono.
   Hernán había comenzado a transpirar y palidecer.  Fuera de sí, se levantó y se dirigió a su habitación. Nidia aceptó la propuesta de sus hijos y se dirigió a su  dormitorio. Claudia siguió a Hernán, diciéndole:

     - Hernán, nos vamos a tener que encargar de la que se nos viene:  el velatorio, el entierro, el aviso a los parientes y conocidos.
     - ¡Está bien, Claudia! ¿Me podés dejar solo?  Yo me encargo de la cochería y el entierro, vos hacé las comunicaciones.
     - Igual, hasta que no tengamos el cuerpo no sabremos los horarios.  Andá averiguando lo que puedas.  Yo voy a contactar a los parientes .
     - Bueno. Pero, por favor, ahora dejame solo
     - ¡Ya te escuché, Hernán!   ¡También era mi papá!
     - Bueno, después nos vemos…

viernes, 11 de mayo de 2012

El asesinato






   Nada más ingrato que retomar el trabajo (pensaba Franchini mientras todavía recorría las calles arboladas de su ciudad natal, aquella que amaba, que sentía propia…).  Realizó el trayecto en forma lenta, como demorando la llegada.  Pero, todo camino tiene su fin...
Al ingresar, el Sargento Juárez cumplió con el ritual del saludo.  Estaba superado por la cantidad de actas y denuncias de los últimos días.  Franchini aceleró su recorrida por el pasillo y se instaló en busca de privacidad en su despacho.  No lo logró por mucho tiempo.  Juárez irrumpió:
-Permiso, jefe. ¿Qué tal el viaje?
-Bien, Sargento, todo normal.  ¿Acá tuvieron alguna novedad del “Chaboncito” del Gandulfo?
-Mire, Jefecito.  Le juro que lo rastreamos por todos lados.  Nos habían dado la pista que era de una banda que se movía con credenciales y uniformes falsos.  Malandras de la villa 15, hicimos una redada y agarramos de todo, menos al tipo o algo que tuviera relación con el hecho.
-¿Y,,,?
-¿Qué quiere decir, Jefe?
-¿Eso solo hicieron en una semana?  En otras épocas se trabajaba distinto...
-Pero jefe, estamos superados.  Esta semana tuvimos récord de denuncias  por robos, asaltos, salideras.  No se olvide que las estadísticas indican que en época de vacaciones la actividad delictiva aumenta considerablemente. Además Jefe, mire las noticias del diario de hoy: Los desempleados llegan a 4,8millones, ¡el 18.3% de la población…!
-¡Y a mi que carajo me importa…! ¿Chequearon con Comisarías de la zona?
-Sí, con algunas...
A punto de disparar la siguiente pregunta lógica “¡¿y cuáles algunas…?!”, se contuvo para no evidenciar aún más la ineficiencia de su subordinado…
-Tiene alguien esperando. Cuando se desocupe le alcanzo los informes de la semana. 
     Se animó a decir Juarez, procurando cambiar el foco de la atención.
-¿Quién?
-Dijo que era algo privado.  Me da la sensación de que puede ser algo familiar.
-¡Que pase…!

   Juárez acompañó al visitante hasta la oficina de su jefe y al hacerlo ingresar observó en éste cierto gesto de preocupación.  Los dejó solos.  Su olfato le decía que no se trataba de un tema familiar.
   El día no tuvo otras novedades y Franchini continuó trabajando al ritmo acostumbrado.  El viaje era ya un recuerdo.  No suponía que al regresar, sus actividades "extras" le traerían más complicaciones. 
   Hernán había retomado la academia, su último año.  Le había costado la actividad física de la mañana, pero ahora vendría la ducha reparadora.  El agua fría favorecería la tonicidad muscular, así que; como de costumbre no abrió el agua caliente. No había hecho amistades, era un solitario y ya estaba acostumbrado a ello.  Tenía una posición de privilegio y él suponía que esto había contribuido a su aislamiento.  Le había pedido una y mil veces a su padre que no intercediera en sus cosas y a pesar que le había jurado y perjurado que no lo haría, sabía que estaría detrás de todo esto.  Así, cambiándose solo en la segunda hilera de lockers y mientras meditaba situaciones como ésta, fue como escuchó:
-¡Que colita, ¿ehh? ¡
-¡No te hagas el gracioso, pelotudo!, ¡colita la de tu hermana!
-Hablando de hermanas, ¡que buena está la de Franchini!
-Sí pero... ¡Olvídalo!
-¿Porqué? ¿tenés prioridad?
-No, boludo.  No te enteraste del comentario ése que dice que investigaciones internas está trabajando en el famoso Comisario de...
-¿Y? ¡A ver si va a ser la primera vez que se investigan entre ellos!
-No loco, parece que esta vez la cosa es pesada.  Se habla de una gran red. 

 ¡Que sabrán estos pelotudos….!! No conocen a mi viejo.  El sí que la tiene clara.  Seguro que algún buchón ya le paso el dato… Tendría que averiguar hasta donde llegaron ¡A ver si de rebote la ligo yo…!

Se vivían tiempos difíciles.  Era la etapa del “sálvese quien pueda”

    Hernán no atinó a nada, sólo pensaba si debería comentarle a su padre lo que había escuchado.  Prefirió callar.  Carlos tenía suficiente experiencia para cuidar solo de sus actividades, él continuaría desarrollando las propias.
   Mientras tanto, Claudia se encontraba en plena clase de Sociología. El tema del día era el desarrollo progresivo de la pobreza en el mundo desde la década del setenta hasta la actualidad. Prestaba especial atención a la exposición del admirado Profe:
 “ 4.160 millones de personas (el 75% de la población del planeta) vive con el 17% de los recursos que genera la economía mundial, 3.000 millones viven en condiciones de pobreza y 1.300 millones en situación de pobreza “extrema”, el 70% de ellos son mujeres...”
 No pudo escuchar ningún comentario más. Estaba obnubilada mirando a Ferranti con detenimiento y esperando alguna señal de su parte. No obtuvo ningún tipo de gesto. Compenetrado en su clase, se dedicó a desarrollar el contenido y a pautar el práctico que tendrían que presentar al final del cuatrimestre, en el cual deberían profundizar la investigación referida al contexto de Latinoamérica. Al finalizar la clase se acercó a él (todas las alumnas se acercaban a él) y lo saludó, no de la forma que hubiera deseado…

  Ya pasado el mediodía Nidia  regresó a su casa. Cuando ingresó por el garaje vio a Yamila en amable charla con Sacarias, casi no podía creer lo que tenía delante de sus ojos: El irascible perro recibiendo las caricias del Jardinero…este hombre parecía tener un don especial… Los saludó y le pidió a  ella  que la esperara en  la cocina. Una vez allí, le preguntó si se sentía cómoda y si ya había terminado de ordenar sus cosas.  Le respondió que Holf la había ayudado a instalarse y la había acompañado por un rato. Luego, Nidia le indicó las actividades que debía hacer por la tarde, aclarándole que podía contar con Estela para lo que precisara.
   Claudia regresó algo decepcionada por la actitud del Profe, por eso pasó por al lado de Yamila evitando saludarla, prefería no tener ningún diálogo.  Tomaría revancha.  Si Luca no estaba dispuesto a un acercamiento, ella no investigaría para él.
   Al regreso de Carlos, compartieron la cena, casi en silencio.  Sólo hubo breves referencias a las condiciones en que encararon sus respectivas actividades. Carlos comentó fastidiado las últimas novedades en materia política que continuaban recreando la permanente situación de incertidumbre que se vivía en nuestro país.  Hizo una pregunta a Claudia con relación a Ferranti que quedó prácticamente sin respuesta dada la frialdad del último encuentro.
  Luego de la cena, Claudia se sintió impulsada a comenzar  su trabajo.  Más tranquila, había recapacitado y había llegado a la conclusión de que debía responder a las expectativas de Luca, ya que ésa sería su única manera de lograr un encuentro.  No podía decepcionarlo y, además, tenía suficiente competencia como para bajar los brazos en el primer intento.  Lo haría por dos motivos: amor propio y lograr un próximo encuentro con su admirado profesor.  Del living se dirigió a la sala de estar y accedió al parque cuidando no ser observada.  Se acercó al garaje, detrás del cual se encontraban las habitaciones de servicio.  En una descansaba Estela, se aseguraría que estuviera durmiendo, y en la otra estaría Yamila.  Desde la ventana pudo observar que la habitación de Estela estaba a oscuras.  Llamó suavemente en la de Yamila quien salió cerrando súbita y sutilmente la puerta.
-¿Qué tal? Quería ver como estabas.
-Bien, no me siento muy cómoda con el uniforme, pero...
-¡Estas ideas de Ferranti! Y... ¿cómo te tratan todos?
-Bien.  Pero, bue... no resulta fácil adaptarse a otro ambiente y forma de vida, te digo que casi me siento como cuando me inicié en la prostitución…
-Bueno, no te olvides que esto es temporario.   Igualmente no me negarás que esto es mejor que tu trabajo.  Tal vez descubras que estás en condiciones de mantenerte con este tipo de actividad.
-No creas que no lo he pensado, pero no te olvides que después de esto yo tendría que desaparecer. Este es el precio por haber abierto la bocota.
-Hiciste lo correcto.  Pensá que podes estar ayudando a mucha gente. A que los colgados que viven de actividades como la que realizabas tengan que ponerse a buscar trabajo...
-¿Buscar trabajo, en este país?  Mirá, el único trabajo que van a tener es en la construcción porque si se llega a descubrir todo lo que hay detrás de esto, van a tener que crear varias cárceles.  Pero,  no va a ser así, en este país la justicia no existe.
-Sí, estoy de acuerdo, por eso abandone Derecho y cambié por Sociología…
-Espero que para vos, en un futuro próximo, las cosas te sean más favorables.  Bueno, me voy a dormir porque seguramente tu madre me va a precisar muy temprano.
Claudia aceptó la despedida, ya habría tiempo de profundizar…
   Hacía un día muy frío.  Lloviznaba intermitentemente y la ventisca  parecía  eternizarse.  Desayunaron y luego de tomar sus abrigos y paraguas volvieron a cumplir las rutinas conocidas.  Sólo Nidia prefirió quedarse ya que quería acompañar de cerca a su invitada. Recordando lo ocurrido la tarde anterior, llamó a Sacarias para decirle que ese día no se lo precisaría en la casa y que lo llamaría en la semana, luego de comprar el material que necesitaba para remodelar la decoración del jardín posterior.
   El teléfono sonó repetidamente.  La expresión de Nidia al atender era irreproducible, lucia horrorizada y consternada. Colgó y lo volvió a  tomar inmediatamente; con una actitud obsesiva procuraba comunicarse con Claudia.  No lo logró.  Luego llamó a la academia, donde el Director la tranquilizó diciéndole que ellos se encargarían de Hernán y que contaran con su apoyo para lo que precisara.  Tomó una cartera y salió rápidamente, llevándose por delante a Yamila, quien le comentó a Estela: ¿Y a la señora qué le pasa?  Nidia tomó el auto de Hernán (Fiat Uno, especialmente preparado) y se marchó tan alocadamente que dejó huellas del portón de hierro sobre la puerta derecha del auto.
   Estela, autoconvertida, en jefa de Yamila, le ordenó que limpiara la cocina.  Ella decidió sentarse en el sillón más cómodo del living.  No le resultó tan confortable, por lo que cambió por la mecedora.  Tomó el control remoto del televisor y lo encendió (¿o no tenía ganado éste privilegio?)

   “- Acá, Angel Nieto, transmitiendo para Canal 24 desde el móvil uno. Nos encontramos frente a la Comisaría de la localidad donde esperamos el informe que el Comisario Quiroz dará a la prensa sobre el asesinato a mansalva de su colega : Carlos Franchini “

-                    ¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿ Qué...!!!!???? ¡Con razón salió como enloquecida! ¡¡Qué raro que no me dijo nada?! ¿Y ahora si llaman los chicos, qué les digo?.  ¡Yo me hago la desentendida, que se arreglen entre ellos. A ver, A ver.  ¿Habré escuchado mal?

“- Acerco el micrófono al Comisario, que se dispone a dar información:
-                    Bueno, bueno; tranquilos.  Déjenme explicarles:  Siendo las 09.30 el Comisario Franchini se acercó a esta seccional a consultar el estado de un caso en común.  Abandonó el lugar a las 10.30, circulando por Diagonal Brown hacia el oeste. Luego fue interceptado por un vehículo marca Peugeot 504, color blanco que le cerró el paso y resultó embestido por otro automóvil marca Fiat en su parte posterior.  Según testigos ocasionales, los conductores permanecieron en los vehículos mientras sus acompañantes descendieron y prácticamente descargaron una lluvia de proyectiles sobre el occiso quien intentó responder el ataque sin éxito.  Falleció a las 10.55 de esta mañana.
-                    ¿Se conoce algún otro dato de los delincuentes? ¿Hay testigos? ¿Se sabe si el Comisario estaba trabajando en algún caso que pueda haber puesto en peligro su vida?
-                    Por ahora tenemos secreto de sumario.  Sólo les puedo decir que se realizarán indagatorias a los testigos ocasionales y que será realizada una autopsia.
-                    ¿Cuántos testigos son?
-                    No puedo dar más detalles.  Les agradezco su participación.  Sólo les puedo agregar que tratándose de un colega el caso nos toca muy de cerca.  Cualquier novedad les informaremos.  Gracias nuevamente.  Que tengan un buen día.
-                    ¿Dónde y cuándo serán velados los restos?
-                    Todavía no tenemos esa información.  Les repito.  Los mantendremos al tanto de toda información disponible.
-                    Gracias, Comisario.  Central, esto ha sido todo.  Nosotros permaneceremos en el lugar, si hubiera novedades estableceríamos contacto nuevamente. “

- ¡Qué despelote! Ahora vamos a tener un lío bárbaro. ¡Menos mal que ahora somos dos!

   Yamila, intrigada por las palabras de Estela, se acercó a preguntar qué estaba sucediendo. Ésta le respondió que “se habían quedado sin Jefe “.  Ante el asombro de su compañera le narró lo visto en la televisión,  cerrando la explicación con un “y bueno... quien mal anda, mal acaba”.  Yamila sólo lo sintió por Claudia.
   El Director convocó a Hernán a su oficina.  Si bien estaba preparado para dar éste tipo de noticias, sentía por su discípulo un afecto especial.  Al fin de cuentas era el hijo de un amigo.
A medida que iba intentando acercarse al desenlace Hernan tendía a palidecer.  Con experiencia en este tipo de situaciones no fue necesario que culminara con el relato,  descontrolado comenzó a gritar ¡Qué pasó con mi viejo…!!!  Consternado, solo llegó a balbucear algo inentendible mientras pensaba que podría haber ocurrido. Sabía que el director no le estaba dando toda la información. Recibió la licencia correspondiente y se dirigió a preparar sus pertenencias, estaba verdaderamente aturdido. Carlos había sido su referente y maestro.  Sabía que realizaba actividades poco éticas, pero había logrado darle una estabilidad económica y en definitiva una familia formal,  y eso era lo que Hernán más valoraba.  El Director lo trasladaría hasta su domicilio.  En los pasillos no recibió ningún comentario.  Cruzó los corredores sintiéndose atravesado por las miradas de sus compañeros…

viernes, 4 de mayo de 2012

La llegada



   Cargaron el equipaje y fueron a la oficina de la compañía de alquiler de autos que los esperaba con el automóvil previsto.  Hernán tomó el volante, mientras su padre reposaba plácidamente alejado de sus correrías y persecuciones por las avenidas del Gran Buenos Aires.  
   Las mujeres, detrás, disfrutaban de la visión a distancia de la precordillera nevada.  Llegaron al hotel donde se instalaron en sus correspondientes habitaciones.  Acomodaron sus pertenencias, se ducharon y se dirigieron a cenar en “El Tonel”, restaurante recomendado por el conserje.
    Cenaron tranquila y plácidamente.  Retomaron  diálogos y experiencias. Parecía asomar  el reencuentro,  llenando esos vacíos de silencios prolongados y recuperando el tiempo perdido. Luego de los postres, recorrieron en auto los alrededores de la ciudad.  Regresaron temprano.  Los acontecimientos del día, el viaje y el cansancio acumulado no les permitían trasnochar.  Al día siguiente irían a la escribanía a formalizar la inscripción como bien de familia de la tan preciada finca. 
   Una vez finalizado el trámite, partieron rumbo al Parque General San Martín.  Allí, Carlos organizó un pequeño paseo en la embarcación tipo Mississipi.
   Nidia y sus hijos lo esperaron caminando los senderos cercados por los frondosos rosales del lugar.  Misteriosa y repentinamente, casi como descolgado de una nube, un caballero de buena presencia se acercó a Nidia,  obsequiándole una rosa roja   Al ver que Carlos se aproximaba, desapareció inmediatamente tras el follaje del parque.  Ella, absorta, no reaccionó, se sonrojó levemente y reprochó al marido tener que ir a Mendoza para que alguien (un extraño) le regalara una flor.                                        Hernán y Claudia se rieron y se burlaron del supuesto admirador anónimo.
   Luego de la travesía, se dirigieron hacia el sitio desde donde parte la combi que realiza el ascenso al cerro de La Gloria.   Disfrutaron del paisaje.  Desde el mirador se observaba la precordillera, parte de la ciudad y del estadio mundialista de fútbol. Los chicos decidieron hacer el descenso a pie.  Los padres, en la combi.  Claudia y Hernán bajaron conversando alegremente:
 - ¡Y pensar que no pude venir a Mendoza en el viaje de séptimo!  ¡Fue una exageración de papá! ¡Insistía en que era demasiado tiempo y distancia para que una nena estuviera lejos de su familia!
 -  Sí. Yo zafé porque me acompañó mamá.
 - Sí, pibe.  Vos siempre tuviste suerte.  A mí, mamá no me quiso acompañar.
  - Es que papá estaba muy loco con ese tema y me parece que mamá no se atrevió a contradecirlo.

   Lo que Claudia no se atrevía a confesar a su hermano era que Nidia, no había sido capaz de contradecir a su padre y que se manejaba ante él con toda  sumisión desde una lejana discusión que le tocara presenciar de niña.  Ésa había sido la última vez que la madre cuestionara a Carlos.  Todavía resonaba en sus oídos el chasquido seco y violento de aquel cachetazo…

  Se reunieron en la base del cerro y fueron nuevamente hacia el hotel.  Compartieron el almuerzo conversando sostenida y alegremente.  Todavía tenían muchas cosas para decirse. 
   Por la tarde, Nidia y Claudia decidieron ir de compras. Hernán y Carlos, a dormir la siesta. Claudia intentaba aprovechar esos días para lograr una mayor comunicación con Nidia.   Por eso, previo paseo de compras; invitó a su madre a compartir un café en alguno de los bares de la peatonal San Martín.  Se preguntaba por qué ellas no se habían quedado con  el automóvil. No importaba; el trayecto entre la peatonal y el centro de compras lo harían en taxi aunque la temperatura estaba descendiendo en forma pronunciada.
   Seleccionaron una mesa al lado de la ventana, los tenues rayos de sol que ingresaban, unidos a la calidez del ambiente, creaban una sensación de bienestar apropiada para el inicio de un diálogo abierto:

     Para las intenciones de Claudia, como inicio, esta conversación no estuvo nada mal.  El día no había terminado y la búsqueda de un mayor acercamiento continuaría.
   Se trasladaron al Shopping.  Lo recorrieron tranquilamente, la tarde era de ellas.  Afuera, la temperatura seguía descendiendo.  Ahora había una suave ventisca con algunas gotitas.  “Aguanieve”, dirían los mendocinos.
   Compraron casi todo lo que los plásticos le permitieron.  No había restricciones financieras. Salvo las limitaciones de efectivo, por suerte, las tarjetas de crédito todavía tenían límite disponible.  Los  ingresos eran buenos y podían vivir tranquilamente dándose algunos gustos.
   Carlos sabía administrarse y había logrado generar otras actividades paralelas que le significaban importantes ingresos extras.  La familia no preguntaba mucho, no les interesaba.  En definitiva, era el jefe de familia, el responsable del sustento. Y lo hacía muy bien.  Nunca les había faltado nada.
   De regreso en el hotel,  alegres por sus compras, despertaron a los hombres de la familia y compartieron un té en la recepción de la habitación. Claudia, incansable, propuso dar una vuelta en auto e ir al casino por la noche. No hubo discusión.  A todos les gustaba la ciudad y el juego.  Claudia tomó el volante, se predispuso a disfrutar del placer de conducir, no sin antes relevar las condiciones del vehículo (sí, también era muy detallista).  Los neumáticos se veían bien, tenía combustible, pero...
 - ¡Pa! Este auto tenía 15000 kilómetros cuando nos lo entregaron.  Ayer hicimos alrededor de 100 y hoy marca 15.300.  ¡El cuentakilómetros debe estar tocado para cobrarnos el exceso!  Tenés que reclamar en la agencia.
  
 - Bueno, mañana.  Mientras ustedes van de excursión a la alta montaña voy a hacer el reclamo, luego yo los alcanzo con el auto.
  - ¡¿Qué tendrás vos en Mendoza que ya te querés ir solo?!, preguntó Nidia fastidiada.
  - Tengo una amante, Nidia, ¿qué otra cosa puede ser?
  - Está bien, lo acepto.  Si me fuiste fiel todos estos años, una canita al aire se puede perdonar.  Pero, ojo, mañana me toca a mí.

   Nidia se felicitó por haber respondido con tanta rapidez y facilidad.  Pudo contener a tiempo esa furia incontrolable que le desataban los recuerdos de noches de desplantes con falsas justificaciones de reuniones, rastros de lápiz labial y de perfumes…. 

      El aguanieve se transformó en copos.  El gris de la montaña comenzó a lucir el blanco lienzo de la nieve, la luna comenzaba a reflejarse tenuemente sobre ellas dando a la noche un matiz de encanto y misterio.
   Luego de cenar, fueron al Casino, tal como lo habían acordado.  Los chicos estaban alegres y parecían disfrutar de este ambiente novedoso para ellos.  Nidia y Carlos los invitaron a jugar, sus hijos prefirieron mirar.   Nidia se ubicó en la ruleta. Carlos seleccionó Punto y Banca con tal decisión y firmeza que parecía haber sido banca toda su vida.
   Al inicio, la habilidad de ambos sorprendió a sus hijos.  Además, la suerte los acompañaba; después los abandonó y empezaron a perder lo que llevaban ganado. Hernán que se encontraba detrás de su padre, observó un rictus extraño en su cara, pero pensaba que obviamente, estaba molesto porque no le gustaba perder. Los hermanos se miraban a la distancia, preocupados por lo que ocurría. Al rato, dicha preocupación fue interrumpida cuando Hernán escuchó apostar a su padre, una cifra que jamás hubiera imaginado en la vida, que podrían pagar. Entonces le recriminó:
      - Pa, si perdés, ¿cómo vas a pagar?
 - Hernán, no te metas en mis asuntos. Si lo apuesto es porque puedo, de lo contrario, no lo haría. Haceme un favor, pedite algo para tomar y tranquilizate. Si no te gusta el juego, llevate el auto y andá a bailar. Tu madre y yo podemos tomar un taxi o caminar hasta el hotel.

¡¡Si éste supiera…!! Pero mejor no, es preferible que todo siga como hasta ahora, a ellos les alcanza con saber que pueden gastar para todo lo que precisan…

   Claudia no lograba captar la atención de su madre quien estaba como hipnotizada por el juego. Decidió entonces acercarse a su padre quien seguía acompañado por Hernán.  Antes de que lograra decirle algo, una persona del Casino invitó a Carlos a pasar a un sector más privado.  Accedió y casi mecánicamente fue seguido por su hijo.  Hernán intentó ingresar al recinto pero fue “amablemente”  rechazado por alguien del   lugar.  Claudia lo llamó porque notaba que su madre se había excedido con la bebida.

      Finalmente decidieron retirarla del lugar y regresar al hotel dejando al padre librado a su propia suerte.  Luego de acomodar a Nidia en su cama, acordaron levantarse temprano y reunirse antes del desayuno.
   En la mañana siguiente confirmaron en la recepción que Carlos había regresado hacía un rato y que Nidia seguía durmiendo.  Decidieron no despertarlos para la salida a la alta montaña y tomaron solos la excursión hacia los Penitentes.  El trayecto de ida fue silenciado por el monólogo del guía.  La información y los comentarios impidieron el desarrollo de un diálogo.  Tanto Claudia como Hernán tenían muchas preguntas y planteos para hacerse.
  
El alto en la laguna de Los Horcones generó el momento propicio para comentar lo ocurrido durante la noche anterior:
-¿Vos habías visto a papá en una situación similar anteriormente?
-  ¿Y  a mamá?
-  Hernán, ¡no me respondas una pregunta con otra! 
- Sí, es cierto. Mientras vos estabas con mamá yo vi cómo papá era  tratado con mucha consideración por la gente del casino.
     - ¿De dónde sacó tanta plata para las apuestas? 
     - No sé, pero me dijo que contaba con ese dinero.

   La conversación fue interrumpida por una llamada al celular de Claudia.  El número de entrada del visor indicaba el del Profesor Ferranti.  Entusiasmada, buscó la manera de alejarse de su hermano para conversar aisladamente:

  - ¡Hola, Profe!  ¿Cómo le va?  ¡Sí, todo bien!  Aunque en algunas oportunidades me hubiera gustado tenerlo más cerca para poder interpretar mejor algunas cosas.  ¡Sí ya sé, son padres! Pero yo me refiero a otras cosas. Bueno, en Buenos Aires lo conversamos más detalladamente.  ¿Si me interesa trabajar con Usted? ¡¡¡Claro!!! ¿Cómo no me va a interesar?  ¿En el caso de las prostitutas? ¡Qué interesante! Bueno, nos encontramos la semana que viene.

  - ¿Quién era?
 - Ferranti, un Profe de la Facu que es un genio.  Me ofreció trabajar en una investigación con él, lo está empleando como perito el juez de una causa.   Pero no le cuentes nada a papá porque ya sabés qué opina de esto.  ¡Es un machista!
     - Bueno, pero si te llego a precisar, ¿vos también te vas a callar?
 - ¡Por supuesto! Vos sabés que podés contar conmigo! ¿¡Pero a qué viene esto..?! ¡¿Qué tenés para ocultar vos…!?
     - ¡¿Yo…?! ¡Nada! Por las dudas, digo nomás…
  
   Intentando despertar, Nidia buscaba  a tientas el cuerpo de su marido.  Nada, sólo sábanas.  Forzó su recuperación alarmada por la ausencia.  Pensó que tal vez estaría con los chicos.  Se duchó y fue a buscarlos.  En la habitación de sus hijos nadie respondió.  Preguntó al conserje quien le informó que ellos habían tomado la excursión y que su esposo había salido con el auto hacía aproximadamente dos horas.  Resignada a este tipo de situaciones y conociendo el posible destino de su marido, decidió tomar un té con aspirinas.  Consultó en recepción sobre salidas a Cacheuta ya que un baño de aguas termales recompondrían su estado actual.  No había salidas para el día. Decidió, entonces, contratar un remis que la acerque hasta el lugar.
   Casi al anochecer, de regreso al hotel, Claudia y Hernán encontraron a  Carlos extrañado por la ausencia de su esposa.  Al principio, supusieron que había salido de compras o a dar una caminata.  Decidieron cenar en el hotel para esperar su regreso.  Pero eso no ocurrió.
   Los chicos sospecharon una discusión entre sus padres. No eran frecuentes, pero podría haber sucedido, máxime después de aquella noche de Casino.  Se fueron a dormir calculando que Carlos se encargaría de todo. 
   No poca fue la sorpresa cuando, a la mañana siguiente, mientras su padre les estaba preguntando por novedades, vieron ingresar –con una sonrisa relajada -, a Nidia.  Carlos se acercó a saludarla afectuosamente.
   Las otras salidas no resultaron como las del inicio. Ya no hubo coordinación ni acuerdos.  La improvisación pasó a ser dominante,  de tal manera que ninguna de las restantes visitas la hiciera la familia completa.  Así ocurrió que Carlos y Hernán recorrieron la bodega “Giol”, mientras Claudia y Nidia fueron a la fábrica de Chocolates “La Cabaña”.
   Al día siguiente, los chicos se fueron a pasar  la jornada en el Club Regatas.  Mientras, Nidia y Carlos visitaban otra bodega: “Viña El Cerno”.  Sólo coincidieron en el punto, lugar y hora de regreso.  Tampoco las ubicaciones los favorecían.  La sobreventa de pasajes originó que estuvieran diseminados en distintas partes de la cabina.
   El vuelo había resultado confortable, hasta la aproximación a Aeroparque.  Poco antes de media hora del descenso, el avión comenzó a transitar por espesas nubes.  No había otra visión desde la cabina: sólo nubes.  Cada tanto, algún destello producido por un rayo.  La incertidumbre de no ver por dónde se estaba volando había provocado un silencio sepulcral.  El clima de tensión casi podía palparse.  El detalle final fue ver a las azafatas ubicarse en sus posiciones y colocarse el cinturón de seguridad. (Esos quince a veinte minutos fueron una eternidad)  Aceleración, desaceleración, más flaps, menos flaps.  Hasta que una auxiliar dejó su lugar, recorrió el pasillo y, entre tanto silencio, escuchó una voz aguda y angustiada que le  preguntó si faltaba poco para el descenso. La respuesta, temerosa, complicó aún más la situación: -Sí, si Dios quiere...
   El Comandante anunció que estaban volando por debajo de condiciones mínimas de seguridad y que realizaría el último intento de aproximación.  De no lograrlo, se dirigirían al aeropuerto de Montevideo.
  
¡Que mierda voy a hacer en Montevideo! Bueno, prefiero hacer nada en Uruguay a hacerme mierda en este viaje.  ¡Carajo! Con todas las cosas que tengo que hacer. . .

Espero que no pase nada, sobre todo por los chicos…

¡Ay, Dios!  ¡No me  vas a arruinar el encuentro con el Profe...!

¡Justo ahora, que estábamos por llegar! ¡Ojalá no sea nada! En  horas tengo que estar en la academia.

   Al fin, apareció la pista.  Pero no en el lugar indicado.  Bueno, en realidad, el avión no estaba en el sitio correcto, sino a la altura de la torre de control.  Quedaba muy poco recorrido.  El Comandante forzó los flaps y la reversa de las turbinas, las cubiertas se arrastraron contra el cemento.  El frenado parecía no alcanzar.  Todos participaban ejerciendo una frenada sin sentido desde sus ubicaciones.  El aparato detuvo su marcha sobre los focos rojos de final de pista, con la nariz del equipo rozando la cerca perimetral.  El aplauso fue espontáneo y efusivo.
   No se dirigieron palabra durante el trayecto en auto.  Al llegar a su casa, Fiera les dedicó su mejor recepción, manifestando su alegría con saltos y ladridos.  Hernán lo acarició brevemente.  Resignado, el animal bajó la cabeza y se fue a su ubicación de centinela.

   La rutina se instaló nuevamente en el ámbito de la familia. La ansiedad de Claudia por reencontrarse con el profesor la llevó (contrariamente a sus costumbres), a llamarlo por teléfono. Así, acordaron verse al día siguiente en una confitería del centro. 
   Luca, tal como llamaban los íntimos a Ferranti, se presentó impecable: de estatura mediana, cabello oscuro, mirada aguda y ojos verdes; lucía un impermeable negro y fumaba un habano.  Se distinguía del resto por su elegancia y carisma.  Lo circundaba un halo de magnetismo, atrapador de miradas.  Claudia se presentó de elegante sport, con un jean ajustado que realzaba su silueta, camisa blanca sugerente y un suave y delicado maquillaje.  Luca disparó la conversación:
 - Claudia: su desempeño en la cátedra es brillante.  Sus preguntas son agudas y adecuadas. Su raciocinio y poder deductivo observados a través del análisis de sus evaluaciones, sumados a su manejo en clase me han llevado a pensar en que usted sería la persona indicada para el caso que tengo entre manos.
 - Usted es el que sabe, Profe.  Le agradezco la elección y me comprometo a responderle con la máxima dedicación y responsabilidad,
 - Y, yo agregaría: confidencialidad.  Ésa es una de las claves de nuestra profesión, sino la más importante, paso a detallarle algunos aspectos de su tarea.  El juzgado me ha asignado un caso de prostitutas.  Una de ellas, a cambio de reserva de identidad, nos ha brindado información de primera fuente (Ferranti no sabía en ese momento si decirle o no a Claudia, que otras de las condiciones pedidas, era el traslado de Comisaría.  Decidió callar, respetando la cláusula de confidencialidad inherente a su profesión).

    -Entonces, ¿el caso está casi resuelto?
 -No es tan sencillo, si bien tenemos información, ésta solo podría constituir la punta de un iceberg.  Le detallo ahora lo que preciso de ustedLa idea es que una mujer logrará mejor comunicación con otras.  Esa condición y su habilidad deberían permitirle obtener información que nos ayude en la resolución y que amplíe la que ya tenemos.  Lo más importante, por ahora, es dar respuesta y protección a esta mujer. Sería necesario que de alguna manera se alojara con usted.  ¿Podría considerarse la posibilidad de alguna tarea en su casa?
 - ¡Sí! Mi casa es grandísima, siempre hay algo que hacer, no se preocupe.  Déjelo en mis manos.
 - El nombre verdadero no puedo decírselo.  A partir de ahora la llamaremos Yamila. Estamos tramitándole nueva documentación. La convivencia le dará ventajas adicionales para intimar y obtener mayor cantidad de información.  A partir de ahora, este tema será tratado únicamente conmigo y en la dirección indicada en esta tarjeta.  Le pediría que cualquier novedad, aunque la considere mínima, me sea transmitida cuanto antes.  Ya sabe dónde encontrarme.  En este mismo lugar está alojada ahora Yamila.  Le pido que la instale en su casa lo antes posible.  Mañana volvemos a hablar.
     - Listo Profe, nos ve...

  El saludo de Claudia quedó incompleto.  La partida de Luca fue tan sigilosa y veloz como su llegada.

 Claudia, aún algo aturdida por el impacto del encuentro y las expectativas que le habían generado tanto la tarea como la posibilidad de trabajar y contactarse más asiduamente con Ferranti, trató de ordenar sus ideas antes de llegar a su casa.  Tendría que presentarle la situación a Nidia, de tal manera que ésta no pudiera negarse a su pedido y cediéndole la menor información posible.  Si era necesario, mentiría. La actividad solidaria de su madre le presentaba un flanco de ataque.  Montaría su estrategia a partir de ello. 
-¿Ma?
-Sí, nena. ¿Cómo estas?  ¿Todo bien hoy en la Facultad?
-Bien, Ma.  Necesito pedirte algo. 
-¡Si es plata, se la pedís a tu padre!  Diste con la persona equivocada.
-No, es algo de la casa.
-¿Se rompió algo?
-¿No te parece que Estela necesitaría una ayuda?
-¿Por qué, tenés pensado ponerte a limpiar?, ¿no estarás pensando en dejar tu carrera?
-¡Ma! A vos te hizo mal el viaje a Mendoza.
-Dale, nena largá el rollo...
-Te decía. trabaja en este caso y resulta que la madre de este bebe, que ya tiene veintisés  años, estaría recibiendo amenazas (surgió prontamente como resultado de su mejor improvización).  Por lo tanto, Luca, perdón; el Profe, me pidió si podíamos alojarla temporariamente a cambio de su trabajo en la casa.  Entonces , yo pensé que...
-Está bien, total de los negocios se encarga tu padre y de la casa me ocupo yo.  Pero que sea por poco tiempo, no quisiera que esto se transformara en un riesgo para nosotros.
-Gracias, Mami. ¿La puedo traer mañana?
-Sí. Esta noche, si querés. Que en el barrio no lo noten.
¡Sos una genia, Ma! ¡Gracias!

   La estrategia de Claudia había sido todo un éxito. Sabia que su madre no podría negarse no sólo por el afecto que le profesaba a sus hijos sino también por la solidaridad  que la caracterizaba. Además, cumplía su primer deber satisfaciendo los requerimientos de su ídolo.  No perdió tiempo. Ya de noche, fue al encuentro de Yamila y la hizo ingresar a la casa por las dependencias de servicio.  Allí tenía preparado todo para que se diera una ducha y durmiera hasta el otro día.  Contuvo su ansiedad, fue amable y gentil con su invitada y consideró dejar para más adelante sus inquietudes.  Necesitaba que la recién llegada se sintiera cómoda en su compañía.

   Al día siguiente, a la hora del desayuno, Claudia llevó a Yamila hasta la cocina donde le presentó a Estela y a su madre.  La reacción y expresión de Nidia no sorprendieron a su hija quien esperaba que la recién llegada fuera bien recibida por su madre.  Yamila, se mostró amable, educada y simpática. Claudia y Nidia se dirigieron al living. Estela les acercó el desayuno y saludó a Carlos quien respondió sin levantar la mirada del diario.
   Cada uno se dirigió a cumplir con las actividades cotidianas.  Nidia se preparaba para realizar sus actividades de beneficencia. Claudia fue a la facultad y Carlos, ajeno a todo, hacia la Comisaría con el diario bajo el brazo.