viernes, 26 de abril de 2013

Perdiendo la libertad





El cadáver de Claudia es derivado a la morque judicial, en tanto, Luca es arrestado preventivamente.
Totalmente solo y sin siquiera poder comunicarse con su hijo, que adoptó una conducta autista desde la tragedia; se apoya en Carla.
Piensa, por un instante, en recurrir a Gerez. No lo hará, esa es una etapa totalmente superada a la que no quiere regresar.
No puede contar con los parientes directos de su esposa: Nidia internada en un neuropsiquiátrico no llegaría  a comprender cabalmente lo sucedido.  Su hermano, Carlos, está  afectado. Su vida se transformó en una sucesión de tragedias. Desde el asesinato, por error, de su propio padre hasta esta pérdida violenta y sin razón de su hermana. Luego la cárcel acabaría con lo poco rescatable que pudiera quedar de él.
Medita y reflexiona. Cuestiona su vida dedicada por completo al trabajo y a su profesión, a la defensa quijotesca de la justicia que ahora está camino a condenarlo injustamente. Una actividad que le generó un sinnúmero de enemigos y muy pocos amigos… Se pregunta que hubiera pasado si el vuelo no se hubiera demorado, si hubiera regresado un día antes…
En principio, todo parece culparlo. Por intermedio de  Carla recurre a  Roxana, la mejor abogada en derecho penal que conoce.
Sorpresivamente viene a visitarlo el comisario Quiroz.  No termina de asombrarse por la actitud amigable que presenta ofreciéndole su ayuda.
Le cuesta creer que un antiguo adversario pueda colocarse de su lado. No obstante, y presionado por las circunstancias, le pide que le consiga los resultados de la autopsia.  Al retirarse le dejan la puerta de la celda abierta, queda así toda la noche, es un gesto que alivia su pesadumbre.
Su abogada interpone un recurso y logra la excarcelación hasta el juicio.
Procura enfocarse en Valentino, que continua sin hablar.  Sabe que tendrá que postergar indefinidamente el hacerle saber su condición de hijo adoptivo. Lo busca , lo acompaña; le habla sin esperar respuesta pero con la firme convicción en que no dejará de hacerlo. Lo sienta a su lado, acaricia su liso cabello negro, peina ese flequillo rebelde que oculta sus ojos. Lo mira procurando establecer, al menos, un contacto visual. Valentino lo esquiva, no es posible establecer ninguna conexión…
Reconoce la necesidad de asistencia profesional, por ello decide recurrir a Florencia, una Psicóloga ex compañera de cátedra.

                                                             Peregrino

viernes, 19 de abril de 2013

Recolectando evidencia




La casa está en orden, no hay ningún signo de violencia lo que indica que  Claudia fue tomada por sorpresa o conocía a su atacante.
Con esfuerzo, trata de superar su dolor y estupor y comienza a analizar el sitio. En principio, teniendo en cuenta la última comunicación telefónica,  podría asegurar que hasta las siete de la mañana todo debería haber estado en orden.  El  fallecimiento  se había producido a las a las nueve y cuarto.  Claudia tiene colocado el vestido de novia sobre su ropa: una blusa y un  jean. No hay ningún signo de lucha, se pregunta como el agresor pudo haberlo logrado  sin ningún tipo de resistencia. No encuentra respuesta.
El corte en el cuello es sobre el lado izquierdo y ascendente: eso le indica que fue realizado por una persona zurda y de mayor altura.  Es parejo y profundo lo que le sugiere que fue hecho con un elemento muy afilado, quizá un bisturí.  También ve que, llamativamente, el vestido tiene un pequeño corte rectangular: le falta ese pedazo.  Como si  el asesino, hubiera querido llevarse parte de él.  Busca una tijera y hace un recorte externo del corte; de esta manera tendrá la muestra de la tela y también un elemento para armar, tal como un rompecabezas; completándola con la que se habría llevado el autor del crimen.
Un periódico tirado sobre el piso, que en su primera plana anuncia la condena a un comerciante y un custodio por el homicidio de dos personas en medio de los saqueos ocurridos el 19 y 20 de diciembre de 2001, muestra los rastros de una pisada.  Retira esta hoja, la dobla y la guarda para sí.  Esta seguro de poder darle mejor uso que los investigadores que intervendrán en el caso.
Jack lloriquea y aúlla en el dormitorio rascando la puerta del placard.  Se acerca,  abre y no puede creer lo que encuentra: Valentino acurrucado, sollozando profundamente, vestido con su uniforme y su mochila escolar.
Lo abraza profundamente.  El temblor de su hijo se transmite a él, contiene sus lágrimas. Asoma sobre su mejilla los rastros de lápiz labial de un beso de su madre, apoya los suyos y disfruta del último beso compartido.
Le habla despacio, casi susurrando.  Le hace saber que lo ama que va a estar siempre a su lado.  Valentino tiene los puños fuertemente cerrados, esta crispado; trata de abrirlos suavemente.  Es inútil, esperará. 
Ahora puede imaginar la situación: El asesino amenazando a Valentino para que Claudia se colocara el vestido…
Sabe que no tiene mucho tiempo y que tiene que actuar rápido.  Llama a Carla le relata brevemente lo sucedido y le pide que venga con la policía.
Vuelve sobre los puños de su hijo, dedo a dedo va desarmando el dolor; aparecen unos pocos cabellos que no son de Claudia, los separa cuidadosamente, podrían llegar a constituir una evidencia importante…

                                                                                              Peregrino

viernes, 12 de abril de 2013

Desconcierto








La cantidad de sangre derramada es atroz, sabe que no podrá hacer nada para recuperar a su amada, solo acompañarla hasta el último momento.   Se acerca, se sienta a su lado; toma su mano. Parece querer decirle algo, aproxima su oído y, con el último aliento, escucha susurrar “Valentino…”
Ya sin respirar y sabiendo que no había nada más por hacer Luca trata de superar el desconcierto.  No es fácil, está profundamente aturdido. Vienen a su mente imágenes de gratos momentos que se desdibujan prontamente superadas por el afloramiento de sentimientos encontrados: Los de felicidad vivida junto a Claudia y los de odio por esta situación inesperada, inexplicable.
Logra sobreponerse y ordenar su mente: Sabe que Valentino está a punto de salir del colegio, su primer día de clases.  También conoce que su situación es por demás complicada. 
Duda, no sabe a quien recurrir, opta por llamar a Carla, la mejor amiga de Claudia, y pedirle que vaya por Valentino y lo lleve a su casa; el avisaría al colegio que algo grave había sucedido con su madre.  Debía dar parte a la policía, en tanto tomaría fotos con su celular y trataría de obtener toda la información y evidencia que le permitiera abordar una investigación para dar con el culpable y, al mismo tiempo, demostrar su inocencia. Era plenamente conciente que estaba seriamente comprometido por las circunstancias. 
Duda un instante, evalúa poner en práctica sus conocimientos y enmascarar la escena para liberarse, no puede.  No debe quebrar su integridad, afrontará los riesgos; cree en la justicia.
Con dificultad digita el número de Carla, se comunica, no logra contenerse y un sollozo que lo asalta  le impide ocultar la verdadera situación; ahora es él quien tiene que contener a su interlocutora que desespera por acudir allí. Logra centrarla en la situación y hacerle entender que precisa de ella para contener a su hijo.  Corta, enfoca el cadáver y, temblando, toma algunas fotos.  No puede continuar, se desploma al lado de su amada y comienza a acariciarla.  El cuerpo se enfría y empalidece.  Un último beso, el adiós…
Se incorpora y busca elementos que le permitan tener una pista sobre el asesino.
Nada tiene lógica, mucho menos el vestido de novia que luce Claudia. No comprende el mensaje del autor del crimen; no imagina quien puede haber generado tanto odio ¿o fue un simple asalto? ¿Algo al voleo que salió mal?
La hipótesis queda inmediatamente descartada ¿qué ladrón o ratero andaría cargando un vestido de novia? No es un dato menor, indudablemente es un claro mensaje del asesino. 
No lograba reconocer enemigos en las relaciones de Claudia, él podía imaginar algunos. Se  atormentaba al pensar que podría haber sido victima de una venganza hacia su persona; que, indirectamente, hubiera sido el detonante de semejante atrocidad.
Permanecía allí entre absorto y herido con el convencimiento de estar ante la situación y el caso más difícil de su vida…