Después de tres años de un padecimiento
cotidiano, Luca recibe una noticia que le renueva la esperanza: el juez que lo
condenó a prisión le otorga la posibilidad de comenzar con las salidas
transitorias. Los días de momentánea libertad se convierten en el oxígeno que
necesita para recuperar lo que más le importa en la vida: su hijo.
Valentino a duras penas emitía sonidos y
permanecía encerrado en un mutismo lacerante. Era una criatura preciosa que sin
embargo vivía con la mirada perdida y el espanto dibujado en la cara. Luca desesperaba y esa misma ansiedad conspiraba
contra la posible recuperación del chico.
Atormentado, requirió los servicios de una fonoaudióloga que lo fue guiando
para procurar rescatarlo de su aislamiento y recobrar el habla.
Una tarde, mientras preparaba la merienda, una
idea se instaló en su mente. Reconstruyendo la escena del crimen de Claudia
concluyó que el asesino de su mujer posiblemente podía tener un vínculo con la
familia. Quizás si estimulaba la imaginación y apelaba al sentido común podría
obtener alguna respuesta que lo aproximara a la verdad. A partir de ese día,
cada vez que compartía con su hijo los fines de semana, se sentaba en la sala y
juntos elaboraban un enorme collage compuesto por fotografías personales.
Decenas de emociones se arremolinaban dentro de
su alma. Pasaba de la ternura al desconsuelo en pocos segundos y se le
estrujaba el corazón al ver el final que había tenido su historia de amor con
Claudia. Un desenlace abrupto, feroz, trágico.
Como una película animada, las fotos evocaban
momentos de un pasado que nunca iba a regresar. Valentino con la boca manchada
de chocolate, Claudia dormida en el sofá aferrada a un libro que no lograba
reconocer, él mismo disfrazado de pirata en el jardín de infantes, retratos
antiguos de sus padres; y de pronto en medio de aquel universo entrañable, el
fantasma de una presencia inesperada y amarga. Un personaje que no tenía cabida
en la nueva historia que habían emprendido con su mujer y su hijo.
Entonces sucedió lo impensado, algo por lo que
había luchado los últimos meses y nunca había logrado. Valentino le sujetó el
brazo con desesperación y su pequeño cuerpo, que en apariencia estaba
paralizado, comenzó a temblar como las ramas de un árbol desprovisto de hojas.
Las pupilas dilatadas de su hijo permanecían
inmóviles y observaban, con un gesto inconfundible de espanto, la fotografía
que no debía estar en aquel lugar. Luca sintió que la sangre corría por
sus venas a una velocidad inusitada y que los latidos se incrementaban hasta hacerle doler el pecho. Abrazó al pequeño y cerró
los ojos, se negaba a volver a ver aquella lóbrega estampa.
Sobre la alfombra y como una siniestra paradoja,
la imagen de Ignacio lo observaba desde una fotografía en blanco y negro.
Bee Borjas
Bee: Gracias por tu aporte, por estar siempre. Un gran abrazo a una gran creadora!!!!!!
ResponderEliminargenial!!!! pone los pelos de punta, un texto que despierta todos los sentidos y sentimientos!
ResponderEliminarFELICITACIONES BEE!!!!
ABRAZOS PARA LOS DOS
Muchas gracias a los dos!!! Es una alegría compartir esta aventura. Abrazos y besos!!!
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