viernes, 4 de mayo de 2012

La llegada



   Cargaron el equipaje y fueron a la oficina de la compañía de alquiler de autos que los esperaba con el automóvil previsto.  Hernán tomó el volante, mientras su padre reposaba plácidamente alejado de sus correrías y persecuciones por las avenidas del Gran Buenos Aires.  
   Las mujeres, detrás, disfrutaban de la visión a distancia de la precordillera nevada.  Llegaron al hotel donde se instalaron en sus correspondientes habitaciones.  Acomodaron sus pertenencias, se ducharon y se dirigieron a cenar en “El Tonel”, restaurante recomendado por el conserje.
    Cenaron tranquila y plácidamente.  Retomaron  diálogos y experiencias. Parecía asomar  el reencuentro,  llenando esos vacíos de silencios prolongados y recuperando el tiempo perdido. Luego de los postres, recorrieron en auto los alrededores de la ciudad.  Regresaron temprano.  Los acontecimientos del día, el viaje y el cansancio acumulado no les permitían trasnochar.  Al día siguiente irían a la escribanía a formalizar la inscripción como bien de familia de la tan preciada finca. 
   Una vez finalizado el trámite, partieron rumbo al Parque General San Martín.  Allí, Carlos organizó un pequeño paseo en la embarcación tipo Mississipi.
   Nidia y sus hijos lo esperaron caminando los senderos cercados por los frondosos rosales del lugar.  Misteriosa y repentinamente, casi como descolgado de una nube, un caballero de buena presencia se acercó a Nidia,  obsequiándole una rosa roja   Al ver que Carlos se aproximaba, desapareció inmediatamente tras el follaje del parque.  Ella, absorta, no reaccionó, se sonrojó levemente y reprochó al marido tener que ir a Mendoza para que alguien (un extraño) le regalara una flor.                                        Hernán y Claudia se rieron y se burlaron del supuesto admirador anónimo.
   Luego de la travesía, se dirigieron hacia el sitio desde donde parte la combi que realiza el ascenso al cerro de La Gloria.   Disfrutaron del paisaje.  Desde el mirador se observaba la precordillera, parte de la ciudad y del estadio mundialista de fútbol. Los chicos decidieron hacer el descenso a pie.  Los padres, en la combi.  Claudia y Hernán bajaron conversando alegremente:
 - ¡Y pensar que no pude venir a Mendoza en el viaje de séptimo!  ¡Fue una exageración de papá! ¡Insistía en que era demasiado tiempo y distancia para que una nena estuviera lejos de su familia!
 -  Sí. Yo zafé porque me acompañó mamá.
 - Sí, pibe.  Vos siempre tuviste suerte.  A mí, mamá no me quiso acompañar.
  - Es que papá estaba muy loco con ese tema y me parece que mamá no se atrevió a contradecirlo.

   Lo que Claudia no se atrevía a confesar a su hermano era que Nidia, no había sido capaz de contradecir a su padre y que se manejaba ante él con toda  sumisión desde una lejana discusión que le tocara presenciar de niña.  Ésa había sido la última vez que la madre cuestionara a Carlos.  Todavía resonaba en sus oídos el chasquido seco y violento de aquel cachetazo…

  Se reunieron en la base del cerro y fueron nuevamente hacia el hotel.  Compartieron el almuerzo conversando sostenida y alegremente.  Todavía tenían muchas cosas para decirse. 
   Por la tarde, Nidia y Claudia decidieron ir de compras. Hernán y Carlos, a dormir la siesta. Claudia intentaba aprovechar esos días para lograr una mayor comunicación con Nidia.   Por eso, previo paseo de compras; invitó a su madre a compartir un café en alguno de los bares de la peatonal San Martín.  Se preguntaba por qué ellas no se habían quedado con  el automóvil. No importaba; el trayecto entre la peatonal y el centro de compras lo harían en taxi aunque la temperatura estaba descendiendo en forma pronunciada.
   Seleccionaron una mesa al lado de la ventana, los tenues rayos de sol que ingresaban, unidos a la calidez del ambiente, creaban una sensación de bienestar apropiada para el inicio de un diálogo abierto:

     Para las intenciones de Claudia, como inicio, esta conversación no estuvo nada mal.  El día no había terminado y la búsqueda de un mayor acercamiento continuaría.
   Se trasladaron al Shopping.  Lo recorrieron tranquilamente, la tarde era de ellas.  Afuera, la temperatura seguía descendiendo.  Ahora había una suave ventisca con algunas gotitas.  “Aguanieve”, dirían los mendocinos.
   Compraron casi todo lo que los plásticos le permitieron.  No había restricciones financieras. Salvo las limitaciones de efectivo, por suerte, las tarjetas de crédito todavía tenían límite disponible.  Los  ingresos eran buenos y podían vivir tranquilamente dándose algunos gustos.
   Carlos sabía administrarse y había logrado generar otras actividades paralelas que le significaban importantes ingresos extras.  La familia no preguntaba mucho, no les interesaba.  En definitiva, era el jefe de familia, el responsable del sustento. Y lo hacía muy bien.  Nunca les había faltado nada.
   De regreso en el hotel,  alegres por sus compras, despertaron a los hombres de la familia y compartieron un té en la recepción de la habitación. Claudia, incansable, propuso dar una vuelta en auto e ir al casino por la noche. No hubo discusión.  A todos les gustaba la ciudad y el juego.  Claudia tomó el volante, se predispuso a disfrutar del placer de conducir, no sin antes relevar las condiciones del vehículo (sí, también era muy detallista).  Los neumáticos se veían bien, tenía combustible, pero...
 - ¡Pa! Este auto tenía 15000 kilómetros cuando nos lo entregaron.  Ayer hicimos alrededor de 100 y hoy marca 15.300.  ¡El cuentakilómetros debe estar tocado para cobrarnos el exceso!  Tenés que reclamar en la agencia.
  
 - Bueno, mañana.  Mientras ustedes van de excursión a la alta montaña voy a hacer el reclamo, luego yo los alcanzo con el auto.
  - ¡¿Qué tendrás vos en Mendoza que ya te querés ir solo?!, preguntó Nidia fastidiada.
  - Tengo una amante, Nidia, ¿qué otra cosa puede ser?
  - Está bien, lo acepto.  Si me fuiste fiel todos estos años, una canita al aire se puede perdonar.  Pero, ojo, mañana me toca a mí.

   Nidia se felicitó por haber respondido con tanta rapidez y facilidad.  Pudo contener a tiempo esa furia incontrolable que le desataban los recuerdos de noches de desplantes con falsas justificaciones de reuniones, rastros de lápiz labial y de perfumes…. 

      El aguanieve se transformó en copos.  El gris de la montaña comenzó a lucir el blanco lienzo de la nieve, la luna comenzaba a reflejarse tenuemente sobre ellas dando a la noche un matiz de encanto y misterio.
   Luego de cenar, fueron al Casino, tal como lo habían acordado.  Los chicos estaban alegres y parecían disfrutar de este ambiente novedoso para ellos.  Nidia y Carlos los invitaron a jugar, sus hijos prefirieron mirar.   Nidia se ubicó en la ruleta. Carlos seleccionó Punto y Banca con tal decisión y firmeza que parecía haber sido banca toda su vida.
   Al inicio, la habilidad de ambos sorprendió a sus hijos.  Además, la suerte los acompañaba; después los abandonó y empezaron a perder lo que llevaban ganado. Hernán que se encontraba detrás de su padre, observó un rictus extraño en su cara, pero pensaba que obviamente, estaba molesto porque no le gustaba perder. Los hermanos se miraban a la distancia, preocupados por lo que ocurría. Al rato, dicha preocupación fue interrumpida cuando Hernán escuchó apostar a su padre, una cifra que jamás hubiera imaginado en la vida, que podrían pagar. Entonces le recriminó:
      - Pa, si perdés, ¿cómo vas a pagar?
 - Hernán, no te metas en mis asuntos. Si lo apuesto es porque puedo, de lo contrario, no lo haría. Haceme un favor, pedite algo para tomar y tranquilizate. Si no te gusta el juego, llevate el auto y andá a bailar. Tu madre y yo podemos tomar un taxi o caminar hasta el hotel.

¡¡Si éste supiera…!! Pero mejor no, es preferible que todo siga como hasta ahora, a ellos les alcanza con saber que pueden gastar para todo lo que precisan…

   Claudia no lograba captar la atención de su madre quien estaba como hipnotizada por el juego. Decidió entonces acercarse a su padre quien seguía acompañado por Hernán.  Antes de que lograra decirle algo, una persona del Casino invitó a Carlos a pasar a un sector más privado.  Accedió y casi mecánicamente fue seguido por su hijo.  Hernán intentó ingresar al recinto pero fue “amablemente”  rechazado por alguien del   lugar.  Claudia lo llamó porque notaba que su madre se había excedido con la bebida.

      Finalmente decidieron retirarla del lugar y regresar al hotel dejando al padre librado a su propia suerte.  Luego de acomodar a Nidia en su cama, acordaron levantarse temprano y reunirse antes del desayuno.
   En la mañana siguiente confirmaron en la recepción que Carlos había regresado hacía un rato y que Nidia seguía durmiendo.  Decidieron no despertarlos para la salida a la alta montaña y tomaron solos la excursión hacia los Penitentes.  El trayecto de ida fue silenciado por el monólogo del guía.  La información y los comentarios impidieron el desarrollo de un diálogo.  Tanto Claudia como Hernán tenían muchas preguntas y planteos para hacerse.
  
El alto en la laguna de Los Horcones generó el momento propicio para comentar lo ocurrido durante la noche anterior:
-¿Vos habías visto a papá en una situación similar anteriormente?
-  ¿Y  a mamá?
-  Hernán, ¡no me respondas una pregunta con otra! 
- Sí, es cierto. Mientras vos estabas con mamá yo vi cómo papá era  tratado con mucha consideración por la gente del casino.
     - ¿De dónde sacó tanta plata para las apuestas? 
     - No sé, pero me dijo que contaba con ese dinero.

   La conversación fue interrumpida por una llamada al celular de Claudia.  El número de entrada del visor indicaba el del Profesor Ferranti.  Entusiasmada, buscó la manera de alejarse de su hermano para conversar aisladamente:

  - ¡Hola, Profe!  ¿Cómo le va?  ¡Sí, todo bien!  Aunque en algunas oportunidades me hubiera gustado tenerlo más cerca para poder interpretar mejor algunas cosas.  ¡Sí ya sé, son padres! Pero yo me refiero a otras cosas. Bueno, en Buenos Aires lo conversamos más detalladamente.  ¿Si me interesa trabajar con Usted? ¡¡¡Claro!!! ¿Cómo no me va a interesar?  ¿En el caso de las prostitutas? ¡Qué interesante! Bueno, nos encontramos la semana que viene.

  - ¿Quién era?
 - Ferranti, un Profe de la Facu que es un genio.  Me ofreció trabajar en una investigación con él, lo está empleando como perito el juez de una causa.   Pero no le cuentes nada a papá porque ya sabés qué opina de esto.  ¡Es un machista!
     - Bueno, pero si te llego a precisar, ¿vos también te vas a callar?
 - ¡Por supuesto! Vos sabés que podés contar conmigo! ¿¡Pero a qué viene esto..?! ¡¿Qué tenés para ocultar vos…!?
     - ¡¿Yo…?! ¡Nada! Por las dudas, digo nomás…
  
   Intentando despertar, Nidia buscaba  a tientas el cuerpo de su marido.  Nada, sólo sábanas.  Forzó su recuperación alarmada por la ausencia.  Pensó que tal vez estaría con los chicos.  Se duchó y fue a buscarlos.  En la habitación de sus hijos nadie respondió.  Preguntó al conserje quien le informó que ellos habían tomado la excursión y que su esposo había salido con el auto hacía aproximadamente dos horas.  Resignada a este tipo de situaciones y conociendo el posible destino de su marido, decidió tomar un té con aspirinas.  Consultó en recepción sobre salidas a Cacheuta ya que un baño de aguas termales recompondrían su estado actual.  No había salidas para el día. Decidió, entonces, contratar un remis que la acerque hasta el lugar.
   Casi al anochecer, de regreso al hotel, Claudia y Hernán encontraron a  Carlos extrañado por la ausencia de su esposa.  Al principio, supusieron que había salido de compras o a dar una caminata.  Decidieron cenar en el hotel para esperar su regreso.  Pero eso no ocurrió.
   Los chicos sospecharon una discusión entre sus padres. No eran frecuentes, pero podría haber sucedido, máxime después de aquella noche de Casino.  Se fueron a dormir calculando que Carlos se encargaría de todo. 
   No poca fue la sorpresa cuando, a la mañana siguiente, mientras su padre les estaba preguntando por novedades, vieron ingresar –con una sonrisa relajada -, a Nidia.  Carlos se acercó a saludarla afectuosamente.
   Las otras salidas no resultaron como las del inicio. Ya no hubo coordinación ni acuerdos.  La improvisación pasó a ser dominante,  de tal manera que ninguna de las restantes visitas la hiciera la familia completa.  Así ocurrió que Carlos y Hernán recorrieron la bodega “Giol”, mientras Claudia y Nidia fueron a la fábrica de Chocolates “La Cabaña”.
   Al día siguiente, los chicos se fueron a pasar  la jornada en el Club Regatas.  Mientras, Nidia y Carlos visitaban otra bodega: “Viña El Cerno”.  Sólo coincidieron en el punto, lugar y hora de regreso.  Tampoco las ubicaciones los favorecían.  La sobreventa de pasajes originó que estuvieran diseminados en distintas partes de la cabina.
   El vuelo había resultado confortable, hasta la aproximación a Aeroparque.  Poco antes de media hora del descenso, el avión comenzó a transitar por espesas nubes.  No había otra visión desde la cabina: sólo nubes.  Cada tanto, algún destello producido por un rayo.  La incertidumbre de no ver por dónde se estaba volando había provocado un silencio sepulcral.  El clima de tensión casi podía palparse.  El detalle final fue ver a las azafatas ubicarse en sus posiciones y colocarse el cinturón de seguridad. (Esos quince a veinte minutos fueron una eternidad)  Aceleración, desaceleración, más flaps, menos flaps.  Hasta que una auxiliar dejó su lugar, recorrió el pasillo y, entre tanto silencio, escuchó una voz aguda y angustiada que le  preguntó si faltaba poco para el descenso. La respuesta, temerosa, complicó aún más la situación: -Sí, si Dios quiere...
   El Comandante anunció que estaban volando por debajo de condiciones mínimas de seguridad y que realizaría el último intento de aproximación.  De no lograrlo, se dirigirían al aeropuerto de Montevideo.
  
¡Que mierda voy a hacer en Montevideo! Bueno, prefiero hacer nada en Uruguay a hacerme mierda en este viaje.  ¡Carajo! Con todas las cosas que tengo que hacer. . .

Espero que no pase nada, sobre todo por los chicos…

¡Ay, Dios!  ¡No me  vas a arruinar el encuentro con el Profe...!

¡Justo ahora, que estábamos por llegar! ¡Ojalá no sea nada! En  horas tengo que estar en la academia.

   Al fin, apareció la pista.  Pero no en el lugar indicado.  Bueno, en realidad, el avión no estaba en el sitio correcto, sino a la altura de la torre de control.  Quedaba muy poco recorrido.  El Comandante forzó los flaps y la reversa de las turbinas, las cubiertas se arrastraron contra el cemento.  El frenado parecía no alcanzar.  Todos participaban ejerciendo una frenada sin sentido desde sus ubicaciones.  El aparato detuvo su marcha sobre los focos rojos de final de pista, con la nariz del equipo rozando la cerca perimetral.  El aplauso fue espontáneo y efusivo.
   No se dirigieron palabra durante el trayecto en auto.  Al llegar a su casa, Fiera les dedicó su mejor recepción, manifestando su alegría con saltos y ladridos.  Hernán lo acarició brevemente.  Resignado, el animal bajó la cabeza y se fue a su ubicación de centinela.

   La rutina se instaló nuevamente en el ámbito de la familia. La ansiedad de Claudia por reencontrarse con el profesor la llevó (contrariamente a sus costumbres), a llamarlo por teléfono. Así, acordaron verse al día siguiente en una confitería del centro. 
   Luca, tal como llamaban los íntimos a Ferranti, se presentó impecable: de estatura mediana, cabello oscuro, mirada aguda y ojos verdes; lucía un impermeable negro y fumaba un habano.  Se distinguía del resto por su elegancia y carisma.  Lo circundaba un halo de magnetismo, atrapador de miradas.  Claudia se presentó de elegante sport, con un jean ajustado que realzaba su silueta, camisa blanca sugerente y un suave y delicado maquillaje.  Luca disparó la conversación:
 - Claudia: su desempeño en la cátedra es brillante.  Sus preguntas son agudas y adecuadas. Su raciocinio y poder deductivo observados a través del análisis de sus evaluaciones, sumados a su manejo en clase me han llevado a pensar en que usted sería la persona indicada para el caso que tengo entre manos.
 - Usted es el que sabe, Profe.  Le agradezco la elección y me comprometo a responderle con la máxima dedicación y responsabilidad,
 - Y, yo agregaría: confidencialidad.  Ésa es una de las claves de nuestra profesión, sino la más importante, paso a detallarle algunos aspectos de su tarea.  El juzgado me ha asignado un caso de prostitutas.  Una de ellas, a cambio de reserva de identidad, nos ha brindado información de primera fuente (Ferranti no sabía en ese momento si decirle o no a Claudia, que otras de las condiciones pedidas, era el traslado de Comisaría.  Decidió callar, respetando la cláusula de confidencialidad inherente a su profesión).

    -Entonces, ¿el caso está casi resuelto?
 -No es tan sencillo, si bien tenemos información, ésta solo podría constituir la punta de un iceberg.  Le detallo ahora lo que preciso de ustedLa idea es que una mujer logrará mejor comunicación con otras.  Esa condición y su habilidad deberían permitirle obtener información que nos ayude en la resolución y que amplíe la que ya tenemos.  Lo más importante, por ahora, es dar respuesta y protección a esta mujer. Sería necesario que de alguna manera se alojara con usted.  ¿Podría considerarse la posibilidad de alguna tarea en su casa?
 - ¡Sí! Mi casa es grandísima, siempre hay algo que hacer, no se preocupe.  Déjelo en mis manos.
 - El nombre verdadero no puedo decírselo.  A partir de ahora la llamaremos Yamila. Estamos tramitándole nueva documentación. La convivencia le dará ventajas adicionales para intimar y obtener mayor cantidad de información.  A partir de ahora, este tema será tratado únicamente conmigo y en la dirección indicada en esta tarjeta.  Le pediría que cualquier novedad, aunque la considere mínima, me sea transmitida cuanto antes.  Ya sabe dónde encontrarme.  En este mismo lugar está alojada ahora Yamila.  Le pido que la instale en su casa lo antes posible.  Mañana volvemos a hablar.
     - Listo Profe, nos ve...

  El saludo de Claudia quedó incompleto.  La partida de Luca fue tan sigilosa y veloz como su llegada.

 Claudia, aún algo aturdida por el impacto del encuentro y las expectativas que le habían generado tanto la tarea como la posibilidad de trabajar y contactarse más asiduamente con Ferranti, trató de ordenar sus ideas antes de llegar a su casa.  Tendría que presentarle la situación a Nidia, de tal manera que ésta no pudiera negarse a su pedido y cediéndole la menor información posible.  Si era necesario, mentiría. La actividad solidaria de su madre le presentaba un flanco de ataque.  Montaría su estrategia a partir de ello. 
-¿Ma?
-Sí, nena. ¿Cómo estas?  ¿Todo bien hoy en la Facultad?
-Bien, Ma.  Necesito pedirte algo. 
-¡Si es plata, se la pedís a tu padre!  Diste con la persona equivocada.
-No, es algo de la casa.
-¿Se rompió algo?
-¿No te parece que Estela necesitaría una ayuda?
-¿Por qué, tenés pensado ponerte a limpiar?, ¿no estarás pensando en dejar tu carrera?
-¡Ma! A vos te hizo mal el viaje a Mendoza.
-Dale, nena largá el rollo...
-Te decía. trabaja en este caso y resulta que la madre de este bebe, que ya tiene veintisés  años, estaría recibiendo amenazas (surgió prontamente como resultado de su mejor improvización).  Por lo tanto, Luca, perdón; el Profe, me pidió si podíamos alojarla temporariamente a cambio de su trabajo en la casa.  Entonces , yo pensé que...
-Está bien, total de los negocios se encarga tu padre y de la casa me ocupo yo.  Pero que sea por poco tiempo, no quisiera que esto se transformara en un riesgo para nosotros.
-Gracias, Mami. ¿La puedo traer mañana?
-Sí. Esta noche, si querés. Que en el barrio no lo noten.
¡Sos una genia, Ma! ¡Gracias!

   La estrategia de Claudia había sido todo un éxito. Sabia que su madre no podría negarse no sólo por el afecto que le profesaba a sus hijos sino también por la solidaridad  que la caracterizaba. Además, cumplía su primer deber satisfaciendo los requerimientos de su ídolo.  No perdió tiempo. Ya de noche, fue al encuentro de Yamila y la hizo ingresar a la casa por las dependencias de servicio.  Allí tenía preparado todo para que se diera una ducha y durmiera hasta el otro día.  Contuvo su ansiedad, fue amable y gentil con su invitada y consideró dejar para más adelante sus inquietudes.  Necesitaba que la recién llegada se sintiera cómoda en su compañía.

   Al día siguiente, a la hora del desayuno, Claudia llevó a Yamila hasta la cocina donde le presentó a Estela y a su madre.  La reacción y expresión de Nidia no sorprendieron a su hija quien esperaba que la recién llegada fuera bien recibida por su madre.  Yamila, se mostró amable, educada y simpática. Claudia y Nidia se dirigieron al living. Estela les acercó el desayuno y saludó a Carlos quien respondió sin levantar la mirada del diario.
   Cada uno se dirigió a cumplir con las actividades cotidianas.  Nidia se preparaba para realizar sus actividades de beneficencia. Claudia fue a la facultad y Carlos, ajeno a todo, hacia la Comisaría con el diario bajo el brazo.

6 comentarios:

  1. Bueno, la cuarta semana y esto recién comienza... Se aproxima el drama...(en el próximo encuentro...)

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  2. A prepararse que se viene lo mejor...!!!!!!!!!!

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  3. chicos los sigo!!!!!!!!!!!!!!!
    este capítulo lo acabo de imprimir para poder leerlo tranquila, esta noche, en mi cama con un buen café!!!!!
    ABRAZOS A LOS DOS

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    1. Escarcha, gracias por el apoyo de siempre!!! Si nos decidimos y lo editamos, el primer ejemplar va para vos. Ah!!!! Y el de mañana es espeluznante!!! Abrazooooo

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  4. Los felicito!! hace poco que lo sigo, sus historias son muy interesantes mis saludos

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