Regresa al lugar, sabe que se ha
internado por la zona exacta. Tendrá que valerse de toda su astucia para volver a transitar el camino hecho el día
anterior. Hay indicios que sólo un ojo entrenado sabe ver. Vegetación quebrada,
ausencia de musgo. Evidentemente, el primer tramo, es una vía muy usada, más
adelante logra distinguir alguno de los montículos que acumuló con el arrastre
de su pie.
Finaliza el recorrido al llegar a
un pequeño claro. Eleva la mirada hacia el estrato emergente, árboles que
superan ampliamente los 20 metros, el silencio exacerba un nivel de ansiedad
que roza el miedo. Se podría decir que esa parte de la selva se confabula con
el instinto macabro del hombre. ¿Qué esconden? ¿Dónde? Camina en círculos. La
sonoridad de sus pasos ha cambiado. Regresa. Golpea con el taco, tratando de
que los sonidos sean lo menos evidentes posibles. ¡Hay algo!
Lucas ha llegado al punto que
buscaba.
Le tiemblan las manos, hace mucho
tiempo que no siente vértigo en el estómago, encuentra una tapa. Un ave
parlante emite un aullido agudo como lanzando una señal de alerta y sin
levantar la mirada de su objetivo levanta la tapa descubriendo la entrada a los
secretos, que esconden los médicos, en franca alianza con la naturaleza.
La escalera es precaria pero baja
con paso seguro, no es momento para titubeos.
Intenta acostumbrar los ojos a la
oscuridad, el vaho a humedad, cuerpos sucios y algo similar a desinfectante lo
bloquea, son segundos, intenta analizar los olores pero un golpe certero, lo
deja inconsciente.
Cuando despierta el dolor en la
base del cráneo es agudo pero se disipa a medida que comprende el horror que se
abre paso. Hay nueve mujeres, casi niñas, prisioneras en cinco jaulas precarias
de dos por uno, y que cuentan con una cama y dos recipientes, uno para
higienizarse y otro para sus necesidades fisiológicas. Los rostros son vivas
imágenes del tormento por el que están atravesando, sus cuerpos hablan
claramente de la usurpación, el terror ha tomado hasta sus entrañas.
Hacia la derecha, perfectamente
iluminada y con la asepsia necesaria, una camilla para partos, más adelante
otra área de cirugías que imagina que podría ser para cesáreas o exámenes
obstétricos. Los sendos frascos a los costados lo confunden. Su capacidad
analítica no comprende los márgenes del horror.
A medida que pasa el tiempo, puede
establecer una comunicación con las chicas que están con cierto nivel de
lucidez (hay algunas sumergidas en un grado crónico de depresión, han dejado de
alimentarse y hacen caso omiso de los médicos que entran llevando los
alimentos, con las caras tapadas, y las obligan a ingerir pastillas que luego
sabrá: son hormonas).
Son fecundadas con métodos de
inseminación artificial, se las controla durante los nueve meses y cuando el
desarrollo del feto está completo las obligan a parir para que dichos seres
pasen inmediatamente a la sala contigua. El llanto que escuchan dura lo que
demora inyectarlos para que queden en estado comatoso y puedan abrirlos con
calma y extraer los órganos que tendrá como fin, abastecer un mercado negro.
Se lo cuentan temblando, llorando
desarmadas en un confuso deseo por sobrevivir o morir defendiendo a sus niños
que no tienen la mínima oportunidad. Delante de ellas son sacrificados,
tratados como meros animales. Las imagina gritando con los brazos extendidos,
clamando unos segundos para poder besarlos. La droga que las deja somnolientas
y dóciles es administrada luego de la expulsión de la placenta, por lo tanto
hay tiempo suficiente para ver el hecho luctuoso en el cuerpo de sus hijos. No
logra escuchar la historia con objetividad. Se entremezclan sentimientos,
llorar junto a ellas es inevitable.
Escarcha: Gracias por habernos honrado con tu participación. Abrazo
ResponderEliminarestaba entre ansiosa y temerosa por la presentación de este capítulo... espero estar a la altura de la novela!
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS POR PERMITIRME PARTICIPAR, PEREGRINO!!!!!!
ABRAZOS
Acabo de releerlo y estoy aterrada. Es un capítulo impresionante y transmite toda la sordidez, la locura y el macabro operar de los "humanos" cuando se convierten en monstruos despiadados.
ResponderEliminarExcelente, Diana! Un lujo compartir esta aventura con ustedes! Abrazos de corazón!